“No te pierdas en los deseos de los demás. Trata de no perder nunca el deseo- por pequeño que sea- que anida en ti.
No te juzgues sin tiempo. Es más, no te juzgues.
Sé lo suficientemente egoísta para caminar hacia lo tú eres y lo que deseas. Y lo suficientemente generoso para ver con claridad a los demás
No intentes ser otra persona de la que eres.
Mantén la mirada inocente como un lujo heredado de la infancia.
Aunque los años y la vida siempre nos den razones para mantener todas las posturas, sobre todo las cargadas de escepticismo, recelo y desconfianza, mantén en algún lugar de tu corazón el espacio para que anide la creencia, la confianza y la bondad.
Ama, estate siempre dispuesto a arriesgar tu vida en un nuevo viaje, por muchas tormentas y naufragios que la preceda. Y, si el viaje termina deje que llegue el dolor y el odio pero no te quedes a vivir en ellos.
No te valores por lo que tengas, no te valores por los que te aman o por los amigos que se queden.
Deja que las personas y las cosas lleguen, permanezcan y se marchen. No impidas su viaje, ni el tuyo. No te enganches eternamente aunque el dolor llene y nos justifique. No conviertas el sufrimiento en una razón. No te llenes de razones para esto ni para lo otro, reconoce que en el fondo funcionamos por un maravilloso mecanismo de subjetividad y voluntad.
Nunca te sientas por encima ni por debajo, ambas variables se confunden en un espacio esférico que gira en todas las direcciones.
Siempre volverás a vivir días en que te sentirás perdido, pero cuando el impasible sol continué ascendiendo sobre el horizonte, olvida todo lo anterior y concéntrate solo en respirar.
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